Tenemos que remontarnos muchos años atrás para recopilar toda la historia de la vajilla. Las piezas que hoy son imprescindibles en nuestras mesas tienen mucho que contarnos; su origen y desarrollo están muy ligados a los avances sociales y culturales. Descúbrelo a través de este artículo.
¿Siempre ha habido platos? ¿Qué forma tenían en un primer momento los cubiertos? ¿Su uso en la Edad Media era el que tienen ahora? Todas estas preguntas solo se contestan volviendo la vista atrás y viendo cómo han evolucionado a lo largo de los siglos.
Desde la Edad de Bronce hasta nuestros días, la vajilla ha sufrido muchos cambios pero, a pesar de que los utensilios que hoy ponemos en la mesa no tengan nada que ver con los que pusieron nuestros antepasados, vamos a ver que existen puntos en común.
Las primeras vajillas: vasijas cerámica
Quizá sorprenda saber que hasta hace relativamente poco no existían los platos o los cubiertos individuales, sino que todos los comensales los compartían y, como mucho, había piezas centrales donde servir los alimentos.
Así fue en la Edad de Bronce, de donde tenemos las primeras pruebas del uso de vasijas campaniformes. Estas tenían un carácter funerario, por lo que se decoraban para honrar a los muertos. Sin embargo, con el paso del tiempo empezaron a usarse para almacenar, cocinar o servir comida.
Egipcio, Roma y Grecia: precursores de las vajillas actuales
Con la llegada de las civilizaciones egipcia, griega y romana la historia de la vajilla evoluciona un poco más; de hecho, una de las grandes leyendas es que Cleopatra regaló un conjunto completo a Marco Antonio.
Las piezas que formaban parte de este obsequio estaban fabricadas en oro, lo que ya indica que, por aquel entonces, poseer cubertería y platos de un material rico estaba solo al alcance de unos pocos. En cambio, las clases bajas poseían Vasa Escaria (como se referían a la vajilla en latín) de materiales más toscos.
En el Imperio Romano las piezas ya se empiezan a fabricar y a diseñar con mucha más conciencia y prestando atención a su utilidad. Por ejemplo, usaban cuencos para los líquidos y colocaban platos grandes en el centro de la mesa para que todos los invitados pudiesen comer de ellos.
Los romanos mantienen la idea de que poseer una vajilla, sobre todo si era de algún metal como la plata o el oro, era símbolo de poder.
No obstante, empezar a trabajar el vidrio y decorarlo de una manera más exquisita hizo que muchas casas de la época post romana pudiesen contar con piezas de un aspecto lujoso pero de un material más económico.
Edad Media: la llegada de la porcelana
En la Edad Media hace su aparición un material que sigue resultando muy familiar: la porcelana. Es incalculable el dinero que algunas familias nobles llegaron a pagar para importarla desde China. De nuevo, aquellas personas con menos poder adquisitivos tenían que conformarse con utensilios de barro o madera.
Por suerte, hoy en día no nos resulta tan complicado contar con vajillas de porcelana en nuestro hogar. De hecho, marcas como Pontesa siguen trabajando este material de manera artesanal.
Algo que también se ha mantenido a lo largo de los años es el valor estético de las piezas. Desde la Antigüedad, pasando por el Medievo y llegando hasta nuestros días, los utensilios se han decorado de alguna manera (inscripciones bibliográficas, dibujos espirituales o el uso de los colores de la monarquía de cada país); a la funcionalidad siempre ha ido unido el diseño.
El Renacimiento: la aparición de los cubiertos
Hasta ahora lo único con lo que se contaba en la mesa era con recipientes (vasos, jarras, platos…), pero no había cubiertos. En cambio, se comía con las manos, aunque a finales de la Edad Media empiezan a aparecer lo que hoy nombraríamos como “normas de protocolo”. Un ejemplo es que solo se podía coger comida con tres dedos.
Sin embargo, tiene que llegar el Renacimiento para que sobre las mesas se coloquen tenedores, cuchillos y cucharas. No solo eso, sino que las vajillas pasan a organizarse de manera individual para que cada comensal cuente con un set formado por platos y cubiertos.
Revolución Industrial y de las vajillas
A finales del siglo XVIII poseer una vajilla seguía siendo lujo; solo podían comprarse en conjunto, por lo que empiezan a ser un regalo de bodas muy habitual.
Sin embargo, ya en el siglo XX, con la crisis de los años veinte, se empiezan a vender piezas de manera individual, lo que supone una mayor democratización y permite que cualquier familia cree, poco a poco, un menaje propio.
La evolución de los materiales y la estética propician también esta idea de que cada hogar merece tener una vajilla única y propia. Lejos ha quedado la idea de que el plato solo puede tener una forma o un uso concreto; ahora contamos con mucha más variedad y accesibilidad.
¿Conocías estos datos históricos?
Descubre todo nuestro catálogo en nuestra web.